Equivocarse

El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte, te equivocas dejando de arriesgar en el viaje hacia tus objetivos.
No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino, retrocede para seguir avanzando hacia el mar; se equivoca el agua que, por temor a equivocarse, se estanca y se pudre en la laguna.
No se equivoca la semilla cuando muere en el surco para hacerse planta; se equivoca la que, por no morir bajo la tierra, renuncia a la vida.
No se equivoca el pájaro que ensaya el primer vuelo y cae al suelo; se equivoca el que, por temor a caerse, renuncia a volar y no abandona el nido.
No se equivoca el niño que gatea porque quiere caminar; se equivoca el que, por temor a equivocarse, no gatea y no aprende a caminar.
No se equivoca el hombre que ensaya distintos caminos para alcanzar sus metas; se equivoca aquél que, por temor a equivocarse, no camina.
No se equivoca el hombre que busca la verdad y no la encuentra; se equivoca el que, por temor a errar, deja de buscarla.
No se equivoca el hombre que expresa lo que siente y es rechazado; se equivoca el que, por miedo a decir lo que siente, deja de expresar su amor a otra persona.
No se equivoca el hombre que comienza a cambiar dando pequeños pasos; se equivoca el que, por tratar de dar un giro total a su vida, nunca da el primer paso que inicia el camino que lo llevará a dar la vuelta al mundo.
No se equivoca el hombre que pierde su vida por jugarla en serio; se equivoca el que, por temor a perderla, la pierde en vano sin jugarse nunca.
No se equivoca el hombre que cree saberlo todo sin haber buscado dentro. Se equivoca el hombre que no busca dentro toda la verdad que yace el centro de su ser. Se equivocan aquéllos que no aceptan que ser hombre es buscarse a sí mismo cada día, sin encontrarse nunca plenamente.