Un ateniense endeudado, apremiado por su acreedor para que le pagara su deuda, le pidió a éste que le concediera un corto plazo con el pretexto de que se hallaba en apuro; mas no logrando convencerle, trajo la única marrana que poseía, disponiéndose a venderla en presencia de su acreedor.
Llegó un comprador preguntando si la marrana era fecunda.
-Tan fecunda es - respondió el deudor- que hasta es extraordinaria: en los Misterios pare hembras y en las Anateneas pare machos.
Asombrado el comprador por lo que oyó, el deudor le exclamó:
-¡No te asombres tanto aún, porque esta marrana, además, te dará cabritos en las Dionisíacas!
La desesperación es causa de grandes mentiras.