-Papá, ¿cuanto ganas por hora? - con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño recibía así a su padre al termino de su trabajo.
El padre dirigió un gesto severo al niño y repuso :
- Mira hijo, esos informes ni tu madre los conoce. No me moleste estoy cansado.
- Pero papá - insistió - dime por favor, ¿cuanto ganas por hora? - La reacción del padre fue menos severa. Solo contestó : 200 pesos la hora.
- Papá, ¿me podrías prestar cien pesos? - preguntó el pequeño.
El padre, lleno de cólera y tratando con brusquedad al niño, dijo :
- Así que esa era la razón de saber lo que gano. Vete a dormir y no me molestes, muchacho aprovechado.
Había caído la noche . El padre meditó sobre lo sucedido y se sintió culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo. Para descargar su conciencia dolida, se asomó al cuarto de su hijo. Con voz baja preguntó al pequeño :
- ¿Duermes, hijo ?
- Dime papá - respondió entre sueños.
- Aquí tienes el dinero que me pediste - respondió el padre.
- Gracias, papá - contesto el pequeño. Y metiendo su mano bajo la almohada, sacó unos billetes.
- ¡Ahora ya completé, papá! Tengo 200 pesos. ¿Podrías venderme una hora de tu tiempo?
El Blog le ofrece la maravillosa oportunidad de tomarse unos minutos y dedicarlo a la lectura. Aquí encontrara datos, links, lecturas cortas y todo lo que creamos pueda ser de su utilidad o gusto.
Presento mi renuncia
Por la presente presento mi renuncia a ser adulto.
He decidido aceptar la responsabilidad de tener 6 años nuevamente.
Quiero ir a Mc Donalds y pensar que es un restaurante de 5 estrellas.
Quiero navegar barquitos de papel en un estanque y hacer anillos tirando piedras al agua.
Quiero pensar que los dulces es mejor que el dinero, pues se pueden comer.
Quiero tener un receso y pintar con acuarelas. Quiero salir cómodamente de mi casa sin preocuparme como luce mi cabello.
Quiero tener alguien que me arregle y me planche la ropa. Quiero regresar a mi casa a una comida casera y que alguien corte mi carne.
Quiero tomar largos baños y dormir 10 horas todas las noches.
Quiero recostarme a la sombra de un viejo roble y vender limonada con mis amigos en un día caluroso de verano.
Quiero abrazar a mis padres todos los días y enjugar mis lagrimas en sus hombros.
Quiero regresar a los tiempos donde la vida era simple. Cuando todo lo que sabia eran colores, tablas de sumar y cuentos de hadas; y eso no me molestaba, porque no sabia que no sabia y no me preocupaba por no saber. Cuando todo lo que sabia era ser feliz porque no sabia las cosas que preocupan y molestan.
Quiero pensar que el mundo es justo. Que todo el mundo es honesto y bueno. Quiero pensar que todo es posible.
En algún lugar en mi juventud madure y aprendí demasiado. Aprendí de armas nucleares, guerras, prejuicio, hambre y de niños abusados.
Aprendí sobre las mentiras, matrimonios infelices, del sufrimiento, enfermedad, dolor y muerte. Aprendí que tu tienes que limpiar los inodoros. Aprendí de un mundo en el que saben como matar y lo hacen.
Que paso con el tiempo que pensaba que todo el mundo viviría para siempre, porque no entendía el concepto de la muerte, excepto cuando perdí a mi mascota.
Quiero volver al tiempo cuando pensaba que lo peor que pasaba era que alguien me quitara mi pelota o me escogiera de ultimo para ser su compañero de equipo.
Cuando no necesitaba lentes para leer. Oh que bella vida de aquellos años.
Quiero alejarme de las complejidades de la vida y excitarme nuevamente con las pequeñas cosas una vez mas.
Quiero regresar a los días en que la música era limpia y sana.
Recuerdo cuando era inocente y pensaba que todo el mundo era feliz porque yo lo era. Quiero volver de nuevo a caminar en la playa pensando solo en la arena entre los dedos de mis pies y la concha mas bonita que pudiera encontrar, sin preocuparme por la erosión y la contaminación.
Quiero pasar mis tardes subiendo árboles y montando mi bicicleta hasta llegar al parque, sin la preocupación de que me secuestren.
No preocuparme del tiempo, las deudas, o de donde sacar el dinero para arreglar el carro. Solo pensar en que voy a ser cuando sea grande, sin la preocupación de lograrlo o no.
Quiero vivir simple, nuevamente. No quiero que mis días sean de computadoras que se inhiben, de la montaña de papeles en mi escritorio, de noticias deprimentes, ni de como sobrevivir unos días mas al mes, cuando ya no queda dinero en la chequera.
No quiero que mis días sean de facturas de médicos o medicinas. No quiero que mis días sean de chismes, enfermedades y la perdida de seres queridos.
Quiero creer en el poder de la sonrisa, del abrazo, del apretón de manos, de la palabra dulce, de la verdad, de la justicia, de la paz, de los sueños, de la imaginación.
Quiero creer en la raza humana y quiero volver a dibujar muñecos en la arena .......
Quiero volver a mis 6 años nuevamente ........ si no como mínimo a mis 16 - 20 .......
He decidido aceptar la responsabilidad de tener 6 años nuevamente.
Quiero ir a Mc Donalds y pensar que es un restaurante de 5 estrellas.
Quiero navegar barquitos de papel en un estanque y hacer anillos tirando piedras al agua.
Quiero pensar que los dulces es mejor que el dinero, pues se pueden comer.
Quiero tener un receso y pintar con acuarelas. Quiero salir cómodamente de mi casa sin preocuparme como luce mi cabello.
Quiero tener alguien que me arregle y me planche la ropa. Quiero regresar a mi casa a una comida casera y que alguien corte mi carne.
Quiero tomar largos baños y dormir 10 horas todas las noches.
Quiero recostarme a la sombra de un viejo roble y vender limonada con mis amigos en un día caluroso de verano.
Quiero abrazar a mis padres todos los días y enjugar mis lagrimas en sus hombros.
Quiero regresar a los tiempos donde la vida era simple. Cuando todo lo que sabia eran colores, tablas de sumar y cuentos de hadas; y eso no me molestaba, porque no sabia que no sabia y no me preocupaba por no saber. Cuando todo lo que sabia era ser feliz porque no sabia las cosas que preocupan y molestan.
Quiero pensar que el mundo es justo. Que todo el mundo es honesto y bueno. Quiero pensar que todo es posible.
En algún lugar en mi juventud madure y aprendí demasiado. Aprendí de armas nucleares, guerras, prejuicio, hambre y de niños abusados.
Aprendí sobre las mentiras, matrimonios infelices, del sufrimiento, enfermedad, dolor y muerte. Aprendí que tu tienes que limpiar los inodoros. Aprendí de un mundo en el que saben como matar y lo hacen.
Que paso con el tiempo que pensaba que todo el mundo viviría para siempre, porque no entendía el concepto de la muerte, excepto cuando perdí a mi mascota.
Quiero volver al tiempo cuando pensaba que lo peor que pasaba era que alguien me quitara mi pelota o me escogiera de ultimo para ser su compañero de equipo.
Cuando no necesitaba lentes para leer. Oh que bella vida de aquellos años.
Quiero alejarme de las complejidades de la vida y excitarme nuevamente con las pequeñas cosas una vez mas.
Quiero regresar a los días en que la música era limpia y sana.
Recuerdo cuando era inocente y pensaba que todo el mundo era feliz porque yo lo era. Quiero volver de nuevo a caminar en la playa pensando solo en la arena entre los dedos de mis pies y la concha mas bonita que pudiera encontrar, sin preocuparme por la erosión y la contaminación.
Quiero pasar mis tardes subiendo árboles y montando mi bicicleta hasta llegar al parque, sin la preocupación de que me secuestren.
No preocuparme del tiempo, las deudas, o de donde sacar el dinero para arreglar el carro. Solo pensar en que voy a ser cuando sea grande, sin la preocupación de lograrlo o no.
Quiero vivir simple, nuevamente. No quiero que mis días sean de computadoras que se inhiben, de la montaña de papeles en mi escritorio, de noticias deprimentes, ni de como sobrevivir unos días mas al mes, cuando ya no queda dinero en la chequera.
No quiero que mis días sean de facturas de médicos o medicinas. No quiero que mis días sean de chismes, enfermedades y la perdida de seres queridos.
Quiero creer en el poder de la sonrisa, del abrazo, del apretón de manos, de la palabra dulce, de la verdad, de la justicia, de la paz, de los sueños, de la imaginación.
Quiero creer en la raza humana y quiero volver a dibujar muñecos en la arena .......
Quiero volver a mis 6 años nuevamente ........ si no como mínimo a mis 16 - 20 .......
El juego de AJEDREZ
Era una noche oscura y fría. Daniel bebía un café sentado en su sillón favorito en la sala de su casa. Su familia dormía y èl reflexionaba tantas cosas que perdió la noción del tiempo. Eran las tres de la mañana, llevó su tasa vacía al lavaplatos, y abrió el refrigerador para prepararse un refrigerio. Cuando cerró la puerta vio junto a él a una figura muy conocida, pero en nada preciada.
La espectral imagen le arrebató el sueño en un instante y lo miró fijamente y le dijo con voz tenue:
- ¿Sabes bien a que he venido?
El asintió con la cabeza y dijo:
- Si. Lo sé. Ya es hora.
La muerte confundida le preguntó a su víctima.
- ¿No vas a llorar? Todos lo hacen, se arrodillan y suplican, juran que serán mejores, ruegan por una oportunidad. ¿Tu por qué no?
Temeroso aún y con un nudo en la garganta, Daniel le respondió:
- ¿De que me sirve? Nunca me darás otra oportunidad. Tu solo haces tu trabajo.
- Cierto, sólo hago mi trabajo.
- ¿Puedo despedirme de mi familia? cuestionó Daniel con la ligera esperanza de recibir un si.
- Tú has dicho que solo hago mi trabajo, yo no decido la hora ni el lugar, mucho menos los detalles.
- Lo siento.
- No tienes de que disculparte, poca gente piensa en su familia en vida pero al llegar este momento, todos piden lo mismo.
- No lo entiendes - dijo Daniel con tono de reproche - yo perdí a mi padre cuando tenia 15 años, y mi sufrimiento fue grande… pero mi hija menor tiene tan solo 4, déjame decirle que la amo.
- Tuviste 4 años pare decírselo, tuviste muchos días libres, muchos cumpleaños, fiestas y momentos en que pudiste decirle a tu hija que la amas. ¿Por qué solo pensaste en tu hija?
- Mi hijo mayor no me creería, y mi esposa, a ella no creo que le interese si la amo o no. No hemos distanciado mucho. Pero mi niña, no hay día que entre yo por la puerta y no este ahí para recibirme con un beso.
- Deja de hablar ya se hace tarde.
- Esta bien.
- Sabes, este momento hace que mucha gente haga conciencia de su vida. Lástima que sea demasiado tarde.
Salieron ambos al patio; un extraño tren aguardaba en la calle y lo abordaron.
- No todo es aburrido en la muerte. No te puedo decir lo que pasará al llegar, pero te propongo que juguemos ajedrez para matar el tiempo. Con una sonrisa y una lágrima Daniel dijo: Que curioso, creí que no tenias sentido del humor.
El juego inició. Daniel no se calmaba aunque comenzó ganando, consiguió un alfil y un caballo. Pero era obvio que eso no lo alegraba.
La muerte le preguntó: ¿A que te dedicabas en vida?
- Soy… es decir, era un simple empleado en una fábrica de calzado.
- ¿Obrero?
- No. Trabajaba en la administración.
- Ah. Supongo que tú te encargabas de ver si algo faltaba en producto o dinero.
- Si. En parte así era.
- No lo entiendo…
- ¿No entiendes qué?
- Porque ustedes teniendo tantas cosas que hacer se encierran en el trabajo, se olvidan de los sentimientos, no les importan los demás, se vuelven egoístas y violentos para que al visitarlos yo demuestren ternura, humildad, tristeza, miedo, e incluso lloren. ¿Por qué esperar a que llegue yo, si ya nada podrán hacer?
- No lo sé….
-En cambio yo, soy como un simple peón, haciendo lo que debo hacer y nada más. Mientras ustedes son dueños de su propia vida, capaces de decidir que harán con ella, ¿y para qué? Si su peor decisión es desperdiciar su vida.
- Te creí más cruel- comentó Daniel.
- Nada es lo que parece.
El silencio reinó por unos instantes mientras Daniel ponía en jaque a la muerte.
- Dime ¿qué pensabas cuando te casaste?
- Pensaba en ser feliz, en formar una linda familia, en formar parte de la sociedad.
- ¿Y lo lograste?
-¿Es broma verdad? Me encontraste solo en mi cocina, durante la madrugada, y te pedí despedirme de mi hija. Es obvió que no lo hice. Si hubiese mostrado más amor a mi familia la despedida no hubiera sido necesaria.
Ya las lágrimas se habían secado del rostro de Daniel y de pronto exclamó suavemente
- ¡Jaque Mate!
La muerte sonrió y dijo:
- ¡Felicidades!
Suspiró Daniel y respondió:
- Es una pena que no sirva de nada. No me importaba ganar de todos modos ya estoy aquí. Un simple juego de ajedrez no aleja mi mente de mi familia, de mis hijos, mi esposa. Las lágrimas brotaron de nuevo en el rostro de Daniel quien se cubrió el rostro con ambas manos. Y mientras el sollozaba la muerte exclamó: ¡Llegamos!
Daniel intentò calmarse y al abrir los ojos estaba de nuevo en su viejo sillón, se secó las lágrimas... eran las 6 con 45 de la mañana. Y en lugar de gritar ¡Estoy vivo! Como lo haría cualquier otro, salió al patio y dijo con voz tenue:
- Gracias.
Caminó de vuelta a su casa, entró a la habitación de su hija, la tomó en brazos y fue donde su hijo dormía, le hizo cosquillas en los pies, y le dijo: ¡Hijo, despierta es domingo!
- ¿Me despiertas para decirnos que es domingo?
- No hijo, los desperté para decirles que los amo.
No esperes jugar ajedrez o lo que sea, mucho menos pedir más tiempo; hazlo ahora y dile a tus seres queridos que los amas……
La espectral imagen le arrebató el sueño en un instante y lo miró fijamente y le dijo con voz tenue:
- ¿Sabes bien a que he venido?
El asintió con la cabeza y dijo:
- Si. Lo sé. Ya es hora.
La muerte confundida le preguntó a su víctima.
- ¿No vas a llorar? Todos lo hacen, se arrodillan y suplican, juran que serán mejores, ruegan por una oportunidad. ¿Tu por qué no?
Temeroso aún y con un nudo en la garganta, Daniel le respondió:
- ¿De que me sirve? Nunca me darás otra oportunidad. Tu solo haces tu trabajo.
- Cierto, sólo hago mi trabajo.
- ¿Puedo despedirme de mi familia? cuestionó Daniel con la ligera esperanza de recibir un si.
- Tú has dicho que solo hago mi trabajo, yo no decido la hora ni el lugar, mucho menos los detalles.
- Lo siento.
- No tienes de que disculparte, poca gente piensa en su familia en vida pero al llegar este momento, todos piden lo mismo.
- No lo entiendes - dijo Daniel con tono de reproche - yo perdí a mi padre cuando tenia 15 años, y mi sufrimiento fue grande… pero mi hija menor tiene tan solo 4, déjame decirle que la amo.
- Tuviste 4 años pare decírselo, tuviste muchos días libres, muchos cumpleaños, fiestas y momentos en que pudiste decirle a tu hija que la amas. ¿Por qué solo pensaste en tu hija?
- Mi hijo mayor no me creería, y mi esposa, a ella no creo que le interese si la amo o no. No hemos distanciado mucho. Pero mi niña, no hay día que entre yo por la puerta y no este ahí para recibirme con un beso.
- Deja de hablar ya se hace tarde.
- Esta bien.
- Sabes, este momento hace que mucha gente haga conciencia de su vida. Lástima que sea demasiado tarde.
Salieron ambos al patio; un extraño tren aguardaba en la calle y lo abordaron.
- No todo es aburrido en la muerte. No te puedo decir lo que pasará al llegar, pero te propongo que juguemos ajedrez para matar el tiempo. Con una sonrisa y una lágrima Daniel dijo: Que curioso, creí que no tenias sentido del humor.
El juego inició. Daniel no se calmaba aunque comenzó ganando, consiguió un alfil y un caballo. Pero era obvio que eso no lo alegraba.
La muerte le preguntó: ¿A que te dedicabas en vida?
- Soy… es decir, era un simple empleado en una fábrica de calzado.
- ¿Obrero?
- No. Trabajaba en la administración.
- Ah. Supongo que tú te encargabas de ver si algo faltaba en producto o dinero.
- Si. En parte así era.
- No lo entiendo…
- ¿No entiendes qué?
- Porque ustedes teniendo tantas cosas que hacer se encierran en el trabajo, se olvidan de los sentimientos, no les importan los demás, se vuelven egoístas y violentos para que al visitarlos yo demuestren ternura, humildad, tristeza, miedo, e incluso lloren. ¿Por qué esperar a que llegue yo, si ya nada podrán hacer?
- No lo sé….
-En cambio yo, soy como un simple peón, haciendo lo que debo hacer y nada más. Mientras ustedes son dueños de su propia vida, capaces de decidir que harán con ella, ¿y para qué? Si su peor decisión es desperdiciar su vida.
- Te creí más cruel- comentó Daniel.
- Nada es lo que parece.
El silencio reinó por unos instantes mientras Daniel ponía en jaque a la muerte.
- Dime ¿qué pensabas cuando te casaste?
- Pensaba en ser feliz, en formar una linda familia, en formar parte de la sociedad.
- ¿Y lo lograste?
-¿Es broma verdad? Me encontraste solo en mi cocina, durante la madrugada, y te pedí despedirme de mi hija. Es obvió que no lo hice. Si hubiese mostrado más amor a mi familia la despedida no hubiera sido necesaria.
Ya las lágrimas se habían secado del rostro de Daniel y de pronto exclamó suavemente
- ¡Jaque Mate!
La muerte sonrió y dijo:
- ¡Felicidades!
Suspiró Daniel y respondió:
- Es una pena que no sirva de nada. No me importaba ganar de todos modos ya estoy aquí. Un simple juego de ajedrez no aleja mi mente de mi familia, de mis hijos, mi esposa. Las lágrimas brotaron de nuevo en el rostro de Daniel quien se cubrió el rostro con ambas manos. Y mientras el sollozaba la muerte exclamó: ¡Llegamos!
Daniel intentò calmarse y al abrir los ojos estaba de nuevo en su viejo sillón, se secó las lágrimas... eran las 6 con 45 de la mañana. Y en lugar de gritar ¡Estoy vivo! Como lo haría cualquier otro, salió al patio y dijo con voz tenue:
- Gracias.
Caminó de vuelta a su casa, entró a la habitación de su hija, la tomó en brazos y fue donde su hijo dormía, le hizo cosquillas en los pies, y le dijo: ¡Hijo, despierta es domingo!
- ¿Me despiertas para decirnos que es domingo?
- No hijo, los desperté para decirles que los amo.
No esperes jugar ajedrez o lo que sea, mucho menos pedir más tiempo; hazlo ahora y dile a tus seres queridos que los amas……
El Tren de la Vida
Hace tiempo. leí un libro que comparaba la vida con un viaje en tren. Una lectura extremadamente interesante, cuando es bien interpretada.
La vida no es más que un viaje en tren, repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos casos y de profundas tristezas en otros. Al nacer nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas, las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje (nuestros padres).
Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable.
No obstante, esto no impide que se suban otras personas que serán muy especiales para nosotros. Llegan nuestros hermanos, amigos y esos amores maravillosos.
De las personas que toman este tren, habrá también los que lo hagan como un simple paseo. Otros encontrarán solamente tristeza en el viaje. Y habrá otros que, circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite. Muchos al bajar, dejarán una añoranza permanente. Otros pasarán desapercibidos, que ni siquiera nos daremos cuenta que desocuparon el asiento.
Es curioso que algunos pasajeros, quienes nos son más queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos. Pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento. No importa; el viaje se hace de este modo: lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas… Pero nunca habrá regresos.
Entonces hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno lo mejor de ellos. Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos. Nosotros también titubearemos y habrá alguien que nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos y mucho menos dónde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia… creo que sí.
Separarme de algunos amigos de los que hice en el viaje será doloroso. Dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron. Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera valioso.
Amigo mío, hagamos que nuestra estancia en este tren sea tranquila y que haya valido la pena.
Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que permanezcan en el viaje.
A tí, que eres parte de mi tren, te deseo un… ¡¡¡Feliz viaje!!!.
La vida no es más que un viaje en tren, repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos casos y de profundas tristezas en otros. Al nacer nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas, las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje (nuestros padres).
Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable.
No obstante, esto no impide que se suban otras personas que serán muy especiales para nosotros. Llegan nuestros hermanos, amigos y esos amores maravillosos.
De las personas que toman este tren, habrá también los que lo hagan como un simple paseo. Otros encontrarán solamente tristeza en el viaje. Y habrá otros que, circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite. Muchos al bajar, dejarán una añoranza permanente. Otros pasarán desapercibidos, que ni siquiera nos daremos cuenta que desocuparon el asiento.
Es curioso que algunos pasajeros, quienes nos son más queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos. Pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento. No importa; el viaje se hace de este modo: lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas… Pero nunca habrá regresos.
Entonces hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno lo mejor de ellos. Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos. Nosotros también titubearemos y habrá alguien que nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos y mucho menos dónde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia… creo que sí.
Separarme de algunos amigos de los que hice en el viaje será doloroso. Dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron. Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera valioso.
Amigo mío, hagamos que nuestra estancia en este tren sea tranquila y que haya valido la pena.
Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que permanezcan en el viaje.
A tí, que eres parte de mi tren, te deseo un… ¡¡¡Feliz viaje!!!.
Segunda Oportunidad
Había un hombre muy rico que poseía muchos bienes, una gran estancia, mucho ganado, varios empleados, y un único hijo, su heredero. Lo que más le gustaba al hijo era hacer fiestas, estar con sus amigos y ser adulado por ellos.
Su padre siempre le advertía que sus amigos solo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, le abandonarían.
Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyan un pequeño establo. Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito: “PARA QUE NUNCA DESPRECIES LAS PALABRAS DE TU PADRE. “
Más tarde, llamó a su hijo y lo llevó al establo y le dijo: Hijo mío, yo ya estoy viejo y, cuando yo me vaya, tú te encargarás de todo lo que es mío… Y yo sé cual será tu futuro. Vas a dejar la estancia en manos de los empleados y vas a gastar todo el dinero con tus amigos. Venderás todos los bienes para sustentarte y, cuando no tengas mas nada, tus amigos se apartarán de ti. Solo entonces te arrepentirás amargamente por no haberme escuchado. Fué por esto que construí esta horca. ¡Ella es para ti! Quiero que me prometas que, si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.
El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero, para no contradecir al padre, prometió, pensando que eso jamás podría suceder.
El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, pero, así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad.
Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto. Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir: Ah, padre mío… Si yo hubiese escuchado tus consejos… Pero ahora es demasiado tarde. Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vio el establo. Con pasos lentos, se dirigió hasta allá y entrando, vio la horca y la placa llenas de polvo, y entonces pensó: Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude alegrarle cuando estaba vivo, pero, al menos esta vez, haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más…
Entonces, él subió los escalones y se colocó la cuerda en el cuello, y pensó: Ah, si yo tuviese un nuevo chance…
Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta… Era el fin. Pero el brazo de la horca era hueco y se quebró fácilmente y el joven cayó al piso.
Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes, muchos brillantes… La horca estaba llena de piedras preciosas y una nota también cayó en medio de ellas. En ella estaba escrito: Este es tu nuevo chance. ¡Te amo mucho! Con amor, tu viejo padre.
Dios es exactamente así con nosotros. Cuando nos arrepentimos, podemos ir hasta él. El siempre nos da un nuevo chance.
Su padre siempre le advertía que sus amigos solo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, le abandonarían.
Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyan un pequeño establo. Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito: “PARA QUE NUNCA DESPRECIES LAS PALABRAS DE TU PADRE. “
Más tarde, llamó a su hijo y lo llevó al establo y le dijo: Hijo mío, yo ya estoy viejo y, cuando yo me vaya, tú te encargarás de todo lo que es mío… Y yo sé cual será tu futuro. Vas a dejar la estancia en manos de los empleados y vas a gastar todo el dinero con tus amigos. Venderás todos los bienes para sustentarte y, cuando no tengas mas nada, tus amigos se apartarán de ti. Solo entonces te arrepentirás amargamente por no haberme escuchado. Fué por esto que construí esta horca. ¡Ella es para ti! Quiero que me prometas que, si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.
El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero, para no contradecir al padre, prometió, pensando que eso jamás podría suceder.
El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, pero, así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad.
Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto. Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir: Ah, padre mío… Si yo hubiese escuchado tus consejos… Pero ahora es demasiado tarde. Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vio el establo. Con pasos lentos, se dirigió hasta allá y entrando, vio la horca y la placa llenas de polvo, y entonces pensó: Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude alegrarle cuando estaba vivo, pero, al menos esta vez, haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más…
Entonces, él subió los escalones y se colocó la cuerda en el cuello, y pensó: Ah, si yo tuviese un nuevo chance…
Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta… Era el fin. Pero el brazo de la horca era hueco y se quebró fácilmente y el joven cayó al piso.
Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes, muchos brillantes… La horca estaba llena de piedras preciosas y una nota también cayó en medio de ellas. En ella estaba escrito: Este es tu nuevo chance. ¡Te amo mucho! Con amor, tu viejo padre.
Dios es exactamente así con nosotros. Cuando nos arrepentimos, podemos ir hasta él. El siempre nos da un nuevo chance.
Navidad en el Asilo
Quiero compartirte esta historia de la vida real, ... Es una bella historia que nos demuestra que de nada sirven las obras de caridad y las buenas intenciones si es que no tomamos a las personas con respeto y amor. Disfrútala y Feliz Navidad!! ;) Ale
Esta historia sucedió en una capital centroamericana, donde mi esposo trabajaba como diplomático. Faltaba una semana para la Navidad y la Asociación de esposas de los diplomáticos había proyectado una fiesta de Navidad en el asilo de ancianos. En mi calidad de secretaria, tuve que telefonear a todas las asociadas para pedirles que prepararan algún plato y fueran a atender personalmente a los ancianos. La mayoría contestaba que encantada prepararía un pastel, pero que no tenían tiempo para asistir a la fiesta.
Me molestó constatar que tan solo ocho de treinta y cinco asociadas dijeron que vendrían a ayudar ¡y tenemos que servir a casi doscientos ancianos!
El día de la fiesta llegué al asilo a tiempo y Gladys la presidenta de la asociación ya se encontraba tras la larga mesa en la que cada una iba dejando su torta. La esposa del embajador americano estaba preparando el ponche y cortando pasteles. Las pocas señoras que se habían comprometido a ayudar colocaban los adornos de Navidad, organizaban las sillas y realizaban los diversos trabajitos necesarios para poner en marcha la fiesta.
Qué lástima. Habría deseado que más señoras hubieran querido ayudar. ¿Por dónde quieres que empiece?
La cálida sonrisa de Gladys casi borró mi resentimiento. Me pidió que les llevara la merienda a los ancianos que no podían salir de su cuarto.
Cómo no dije, agarrando una bandeja. ¡Será mejor que comience pronto, pues voy a tardar un siglo en servirles a todos!
Empezó la música y no sé quién se puso a cantar villancicos con los ancianos, que estaban todos reunidos en el inmenso patio del establecimiento. Yo no tenía tiempo de escuchar ni disfrutar las canciones.
Me pasé la tarde corriendo de un lado a otro, llevando pasteles y ponche, sin mirar casi ni de reojo a los ancianos que servía. A cada uno le daba además una bolsa de caramelos y un regalo.
Recorrí todas las alas del edificio, me dolían las piernas de subir las escaleras. Una de las tantas veces que subí, una viejita que llevaba un vestido estampado, rasgado y desteñido me tocó el brazo y me dijo tímidamente:
- Perdone, señorita. ¿Tendría la bondad de cambiarme el regalo?
Me volví hacia ella irritada y repliqué:
- ¿Cambiarle el regalo? ¿Por qué? ¿Es que le tocó uno de hombre?
- No, no... -dijo vacilante-. Es que me tocaron perlas. Las perlas representan lágrimas y yo ya no quiero más lágrimas.
Pensé: "¡Qué superstición más tonta! ¡Hay que ver cómo está el mundo! ¡Deberían agradecer cualquier cosa que les dieran!"
- Lo siento. Ahora estoy muy atareada. A lo mejor después se lo puedo cambiar.
Me fui corriendo para llenar otra vez la bandeja y me olvidé al instante de la señora.
Con la bandeja llena de tortas llegué corriendo a la sección de mujeres, en la planta baja. Abrí la puerta del cuarto apoyándome de espaldas y una vez dentro, di la vuelta; cuando vi lo que había allí, me estremecí de tal modo que la bandeja me empezó a temblar en mis manos. ¡En aquel cuarto feo y deslucido, acostada en un camastro de sábanas grises y con un camisón raído, estaba mi madre! ¿Mamá? ¡No puede ser! ¡Mamá está muerta! Y de estar viva, no se encontraría en un lugar así. Se trataba de un asilo para ancianos sin familia, gente pobre y enferma que no tenía donde estar ni quién la cuidara.
No podía ser, los ojos me estaban haciendo una jugarreta. Cuando volví a abrirlos pude ver mejor a la mujer demacrada que ocupaba el cuarto. No era mi madre, sino una viejita de cabello gris y ojos azules, que ni se parecía mucho a ella. ¿Qué me habría pasado que pensé que esa pobre mujer era mi madre? Sería la madre de otro, no la mía. Entonces, ¿por qué no me sentí aliviada? Todo lo contrario, me embargó un dolor inmenso y se me hizo un nudo en la garganta.
Sin pronunciar palabra, volví a salir justo a tiempo para que no me viera llorar. Por el oscuro pasillo retorné a la mesa en la que se encontraba Gladys trabajando, muy animada. Se me debía de notar lo mal que me sentía, porque su expresión cambió en cuanto me vio, me rodeó con el brazo y me dijo:
- ¿Qué te pasa, Betty?
- Es que vi a mi madre... -dije sollozando-. ¡Acabo de ver a mi madre allí en un cuarto! No puedo seguir.
- Lo que te pasa es que estás agotada. Tómate un descanso.
Varias personas que se encontraban por allí cerca empezaron a mirarme. Agarré una servilleta y me fui corriendo para que no me vieran llorar. Me dirigí a un rincón de la sala donde no había luz y me senté sollozando:
- Señor, -recé-, ¿qué me pasa? ¿Me estoy volviendo loca?
Y casi al instante oí su respuesta, que no me llegó con palabras audibles, sino en mis pensamientos: «Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres... y no tengo amor, de nada me sirve.».
Caí en la cuenta de que esas palabras iban sin duda alguna dirigidas a mí. Ese día yo había preparado tortas, caminado kilómetros, llevado comida a muchas personas, pero, ¿para qué? ¿A quién había estado sirviendo? ¿A quién había tratado con cariño? ¡Ni siquiera me había molestado en mirar a nadie! Los ancianos no significaban nada para mí, ni veía sus rostros... hasta que vi en alguien que sufría el rostro amado de mi madre. Entonces cobraron vida para mí los ancianos:
- Perdóname, Señor, -dije en voz baja-. Lo he hecho todo al revés. Tengo que volver a empezar.
Respiré profundamente, me enjugué las lágrimas y volví a la mesa de los pasteles. Gladys me miró desde donde estaba ocupada y me dijo:
- Ya has hecho bastante por hoy, Betty. ¿Por qué no te vas a casa a descansar?
- No me pidas que me vaya, -le respondí-. En realidad, recién voy a empezar como debe ser.
Cuando estaba a punto de irme cargando otra bandeja, de pronto me acordé:
- Gladys, ¿tienes otro regalo para señoras? Tengo que cambiar uno.
Ella me pasó una cajita que contenía un broche de piedras rojas con forma de corazón:
- Gracias, es ideal, -le dije, agarrándola y alejándome deprisa hacia el patio.
"Haz que encuentre a esa mujer", oré para mis adentros. Ni me había molestado en mirarle la cara. Había estado demasiado ocupada para prestarle alguna atención. Busqué entre todos los ancianos, de fila en fila. A todos se les veía contentos, cantando villancicos mientras resonaba la música. Por primera vez en todo el día, empecé a sentirme feliz. Entonces vi el andrajoso vestido estampado. La señora estaba sentada contra la pared, sola, teniendo en su regazo los caramelos sin desenvolver y las perlas. Se veía muy triste y desdichada. Me acerqué corriendo y le hablé:
- La he buscado por todas partes. Tome, le traje un regalo diferente.
Alzó la vista sorprendida, y luego, casi como quien pide perdón, agarró la caja y la abrió. Los ojos se le iluminaron y sonrió de oreja a oreja encantada:
- Muchas gracias, señorita, -exclamó-, es muy bonito.
De nuevo se me hizo un nudo en la garganta, pero esta vez no me importó:
- Deje que se lo coloque, -le dije-. Y déme esas perlas, que ninguna falta nos hacen las lágrimas en Navidad.
Cuando me fui, la dejé cantando en el patio con los demás, y me dio la impresión de que se me quitaba un peso tremendo de encima. Sólo me quedaba una cosa por hacer antes del fin de la fiesta: volver al cuarto de la sección de mujeres, en la planta baja. De alguna forma tenía que darle las gracias a aquella anciana, pero no sabía cómo. Cuando empujé la puerta, me encontré a la señora sentada en la cama, comiéndose la torta, y cuando entré sonrió:
- Feliz Navidad, mamita, -le dije.
- ¡Qué bueno que haya vuelto!, -me contestó-. Quería darles las gracias a todas las señoras por venir y hacernos la fiesta. Me gustaría hacerle un regalo, pero no tengo nada que le pueda dar. ¿Le puedo cantar una canción?
Ya no me podía contener más y asentí con la cabeza. Me senté en la cama mientras ella me interpretó, con voz chillona, tres estrofas de una canción muy triste que jamás había escuchado en mi vida. Pero el resplandor de sus ojos pudo más que la letra y dejó en mí bien claro el mensaje de la Navidad: ¡Compartir con los demás!
Esta historia sucedió en una capital centroamericana, donde mi esposo trabajaba como diplomático. Faltaba una semana para la Navidad y la Asociación de esposas de los diplomáticos había proyectado una fiesta de Navidad en el asilo de ancianos. En mi calidad de secretaria, tuve que telefonear a todas las asociadas para pedirles que prepararan algún plato y fueran a atender personalmente a los ancianos. La mayoría contestaba que encantada prepararía un pastel, pero que no tenían tiempo para asistir a la fiesta.
Me molestó constatar que tan solo ocho de treinta y cinco asociadas dijeron que vendrían a ayudar ¡y tenemos que servir a casi doscientos ancianos!
El día de la fiesta llegué al asilo a tiempo y Gladys la presidenta de la asociación ya se encontraba tras la larga mesa en la que cada una iba dejando su torta. La esposa del embajador americano estaba preparando el ponche y cortando pasteles. Las pocas señoras que se habían comprometido a ayudar colocaban los adornos de Navidad, organizaban las sillas y realizaban los diversos trabajitos necesarios para poner en marcha la fiesta.
Qué lástima. Habría deseado que más señoras hubieran querido ayudar. ¿Por dónde quieres que empiece?
La cálida sonrisa de Gladys casi borró mi resentimiento. Me pidió que les llevara la merienda a los ancianos que no podían salir de su cuarto.
Cómo no dije, agarrando una bandeja. ¡Será mejor que comience pronto, pues voy a tardar un siglo en servirles a todos!
Empezó la música y no sé quién se puso a cantar villancicos con los ancianos, que estaban todos reunidos en el inmenso patio del establecimiento. Yo no tenía tiempo de escuchar ni disfrutar las canciones.
Me pasé la tarde corriendo de un lado a otro, llevando pasteles y ponche, sin mirar casi ni de reojo a los ancianos que servía. A cada uno le daba además una bolsa de caramelos y un regalo.
Recorrí todas las alas del edificio, me dolían las piernas de subir las escaleras. Una de las tantas veces que subí, una viejita que llevaba un vestido estampado, rasgado y desteñido me tocó el brazo y me dijo tímidamente:
- Perdone, señorita. ¿Tendría la bondad de cambiarme el regalo?
Me volví hacia ella irritada y repliqué:
- ¿Cambiarle el regalo? ¿Por qué? ¿Es que le tocó uno de hombre?
- No, no... -dijo vacilante-. Es que me tocaron perlas. Las perlas representan lágrimas y yo ya no quiero más lágrimas.
Pensé: "¡Qué superstición más tonta! ¡Hay que ver cómo está el mundo! ¡Deberían agradecer cualquier cosa que les dieran!"
- Lo siento. Ahora estoy muy atareada. A lo mejor después se lo puedo cambiar.
Me fui corriendo para llenar otra vez la bandeja y me olvidé al instante de la señora.
Con la bandeja llena de tortas llegué corriendo a la sección de mujeres, en la planta baja. Abrí la puerta del cuarto apoyándome de espaldas y una vez dentro, di la vuelta; cuando vi lo que había allí, me estremecí de tal modo que la bandeja me empezó a temblar en mis manos. ¡En aquel cuarto feo y deslucido, acostada en un camastro de sábanas grises y con un camisón raído, estaba mi madre! ¿Mamá? ¡No puede ser! ¡Mamá está muerta! Y de estar viva, no se encontraría en un lugar así. Se trataba de un asilo para ancianos sin familia, gente pobre y enferma que no tenía donde estar ni quién la cuidara.
No podía ser, los ojos me estaban haciendo una jugarreta. Cuando volví a abrirlos pude ver mejor a la mujer demacrada que ocupaba el cuarto. No era mi madre, sino una viejita de cabello gris y ojos azules, que ni se parecía mucho a ella. ¿Qué me habría pasado que pensé que esa pobre mujer era mi madre? Sería la madre de otro, no la mía. Entonces, ¿por qué no me sentí aliviada? Todo lo contrario, me embargó un dolor inmenso y se me hizo un nudo en la garganta.
Sin pronunciar palabra, volví a salir justo a tiempo para que no me viera llorar. Por el oscuro pasillo retorné a la mesa en la que se encontraba Gladys trabajando, muy animada. Se me debía de notar lo mal que me sentía, porque su expresión cambió en cuanto me vio, me rodeó con el brazo y me dijo:
- ¿Qué te pasa, Betty?
- Es que vi a mi madre... -dije sollozando-. ¡Acabo de ver a mi madre allí en un cuarto! No puedo seguir.
- Lo que te pasa es que estás agotada. Tómate un descanso.
Varias personas que se encontraban por allí cerca empezaron a mirarme. Agarré una servilleta y me fui corriendo para que no me vieran llorar. Me dirigí a un rincón de la sala donde no había luz y me senté sollozando:
- Señor, -recé-, ¿qué me pasa? ¿Me estoy volviendo loca?
Y casi al instante oí su respuesta, que no me llegó con palabras audibles, sino en mis pensamientos: «Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres... y no tengo amor, de nada me sirve.».
Caí en la cuenta de que esas palabras iban sin duda alguna dirigidas a mí. Ese día yo había preparado tortas, caminado kilómetros, llevado comida a muchas personas, pero, ¿para qué? ¿A quién había estado sirviendo? ¿A quién había tratado con cariño? ¡Ni siquiera me había molestado en mirar a nadie! Los ancianos no significaban nada para mí, ni veía sus rostros... hasta que vi en alguien que sufría el rostro amado de mi madre. Entonces cobraron vida para mí los ancianos:
- Perdóname, Señor, -dije en voz baja-. Lo he hecho todo al revés. Tengo que volver a empezar.
Respiré profundamente, me enjugué las lágrimas y volví a la mesa de los pasteles. Gladys me miró desde donde estaba ocupada y me dijo:
- Ya has hecho bastante por hoy, Betty. ¿Por qué no te vas a casa a descansar?
- No me pidas que me vaya, -le respondí-. En realidad, recién voy a empezar como debe ser.
Cuando estaba a punto de irme cargando otra bandeja, de pronto me acordé:
- Gladys, ¿tienes otro regalo para señoras? Tengo que cambiar uno.
Ella me pasó una cajita que contenía un broche de piedras rojas con forma de corazón:
- Gracias, es ideal, -le dije, agarrándola y alejándome deprisa hacia el patio.
"Haz que encuentre a esa mujer", oré para mis adentros. Ni me había molestado en mirarle la cara. Había estado demasiado ocupada para prestarle alguna atención. Busqué entre todos los ancianos, de fila en fila. A todos se les veía contentos, cantando villancicos mientras resonaba la música. Por primera vez en todo el día, empecé a sentirme feliz. Entonces vi el andrajoso vestido estampado. La señora estaba sentada contra la pared, sola, teniendo en su regazo los caramelos sin desenvolver y las perlas. Se veía muy triste y desdichada. Me acerqué corriendo y le hablé:
- La he buscado por todas partes. Tome, le traje un regalo diferente.
Alzó la vista sorprendida, y luego, casi como quien pide perdón, agarró la caja y la abrió. Los ojos se le iluminaron y sonrió de oreja a oreja encantada:
- Muchas gracias, señorita, -exclamó-, es muy bonito.
De nuevo se me hizo un nudo en la garganta, pero esta vez no me importó:
- Deje que se lo coloque, -le dije-. Y déme esas perlas, que ninguna falta nos hacen las lágrimas en Navidad.
Cuando me fui, la dejé cantando en el patio con los demás, y me dio la impresión de que se me quitaba un peso tremendo de encima. Sólo me quedaba una cosa por hacer antes del fin de la fiesta: volver al cuarto de la sección de mujeres, en la planta baja. De alguna forma tenía que darle las gracias a aquella anciana, pero no sabía cómo. Cuando empujé la puerta, me encontré a la señora sentada en la cama, comiéndose la torta, y cuando entré sonrió:
- Feliz Navidad, mamita, -le dije.
- ¡Qué bueno que haya vuelto!, -me contestó-. Quería darles las gracias a todas las señoras por venir y hacernos la fiesta. Me gustaría hacerle un regalo, pero no tengo nada que le pueda dar. ¿Le puedo cantar una canción?
Ya no me podía contener más y asentí con la cabeza. Me senté en la cama mientras ella me interpretó, con voz chillona, tres estrofas de una canción muy triste que jamás había escuchado en mi vida. Pero el resplandor de sus ojos pudo más que la letra y dejó en mí bien claro el mensaje de la Navidad: ¡Compartir con los demás!
Anfitrión
Etimologías de la palabra ANFITRION
Definición 1:
Según el diccionario de la Real Academia Española, define anfitrión como:
De Anfitrión, rey de Tebas, espléndido en sus banquetes.
1. Persona o entidad que recibe en su país o en su sede habitual a invitados o visitantes.
2. Persona que tiene invitados a su mesa o a su casa.
Anfitrión fue el Rey de Tirinto, y cuenta la leyenda que Zeus sedujo a su esposa Alcmena, aprovechando que éste se encontraba en el campo de batalla, tomando la forma de Anfitrión; de esta relación nació Heracles (también llamado Hércules).
Aunque el término parece que viene de los fabulosos banquetes que organizaba este Rey, otros autores no lo tienen tan claro y se decantan por otros orígenes, pues en aquella época grandes banquetes los daban muchas personalidades y gente de la clase alta.
Conocido el hecho del engaño de Zeus, Plauto (254-184 a.C.) quiso reflejar este drama en una de sus obras, y fue el motivo principal de la obra Anfitrión.
Posteriormente, allá por el año 1.668, Moliere (1.622-1.673) , el gran dramaturgo francés recupera y adapta esta comedia de Plauto y es en la escena final donde se habla de un estupendo banquete.
En esa escena final, se representa un gran banquete, donde Socia , que era el mensajero del capitán Anfitrión, habla con su amo, o con el dios Zeus convertido en éste (él no sabía con quien estaba hablando) . Como su mensajero de confianza, se le invita a sentarse a la mesa, a participar del banquete, y entonces dice esta frase : "le véritable Amphitryón est l`Amphitryon où l`on dine...", que podría traducirse como: "El verdadero Anfitrión, es el que invita a cenar".
El término cayó en gracia y, debido al uso popular de la palabra, pronto, "Amphitryon" se incorpora a la lengua francesa con el significado de: "El que invita a cenar". Al igual que ocurre con otras palabras, su uso se extiende poco a poco más allá de sus fronteras y llega, entre otros países de Europa, a España.
La primera edición del diccionario de la Real Academia Española que recoge esta acepción es la edición de 1869.
Definición 2:
En la mitología griega, Anfitrión era el marido de Alcmena, madre de
Hércules.
Mientras Anfitrión estaba en la guerra de Tebas, Zeus tomaba su forma para
acostarse con Alcmena, noche tras noche, tras lo cual ella queda embarazada.
Con el embarazo de Alcmena, un gran alboroto fué creado, porque
evidentemente Anfitrión dudó de la fidelidad de su esposa.
Al final todo fué aclarado por Zeus y Anfitrión se puso contento por ser el
marido de una mujer elegida por el Dios Zeus.
De aquellas noches de amor nació el semidios Hércules.
A partir de allí, el termino anfitrión paso a tener el sentido de:
"aquel que recibe gente en su casa".
Por lo tanto, según esta definición, Anfitrión es sinónimo de
*CORNUDO TRANQUILO Y FELÍZ !*
RESUMIENDO:
CUANDO ALGUIEN DIGA QUE USTED ES UN BUEN ANFITRIÓN,... .POR LAS DUDAS....
ESTÉ ATENTO, ELIJA UNA DE ESTAS DEFINICIONES Y POR LAS DUDAS,..... VIGILE A SU PAREJA !!!!!!
Definición 1:
Según el diccionario de la Real Academia Española, define anfitrión como:
De Anfitrión, rey de Tebas, espléndido en sus banquetes.
1. Persona o entidad que recibe en su país o en su sede habitual a invitados o visitantes.
2. Persona que tiene invitados a su mesa o a su casa.
Anfitrión fue el Rey de Tirinto, y cuenta la leyenda que Zeus sedujo a su esposa Alcmena, aprovechando que éste se encontraba en el campo de batalla, tomando la forma de Anfitrión; de esta relación nació Heracles (también llamado Hércules).
Aunque el término parece que viene de los fabulosos banquetes que organizaba este Rey, otros autores no lo tienen tan claro y se decantan por otros orígenes, pues en aquella época grandes banquetes los daban muchas personalidades y gente de la clase alta.
Conocido el hecho del engaño de Zeus, Plauto (254-184 a.C.) quiso reflejar este drama en una de sus obras, y fue el motivo principal de la obra Anfitrión.
Posteriormente, allá por el año 1.668, Moliere (1.622-1.673) , el gran dramaturgo francés recupera y adapta esta comedia de Plauto y es en la escena final donde se habla de un estupendo banquete.
En esa escena final, se representa un gran banquete, donde Socia , que era el mensajero del capitán Anfitrión, habla con su amo, o con el dios Zeus convertido en éste (él no sabía con quien estaba hablando) . Como su mensajero de confianza, se le invita a sentarse a la mesa, a participar del banquete, y entonces dice esta frase : "le véritable Amphitryón est l`Amphitryon où l`on dine...", que podría traducirse como: "El verdadero Anfitrión, es el que invita a cenar".
El término cayó en gracia y, debido al uso popular de la palabra, pronto, "Amphitryon" se incorpora a la lengua francesa con el significado de: "El que invita a cenar". Al igual que ocurre con otras palabras, su uso se extiende poco a poco más allá de sus fronteras y llega, entre otros países de Europa, a España.
La primera edición del diccionario de la Real Academia Española que recoge esta acepción es la edición de 1869.
Definición 2:
En la mitología griega, Anfitrión era el marido de Alcmena, madre de
Hércules.
Mientras Anfitrión estaba en la guerra de Tebas, Zeus tomaba su forma para
acostarse con Alcmena, noche tras noche, tras lo cual ella queda embarazada.
Con el embarazo de Alcmena, un gran alboroto fué creado, porque
evidentemente Anfitrión dudó de la fidelidad de su esposa.
Al final todo fué aclarado por Zeus y Anfitrión se puso contento por ser el
marido de una mujer elegida por el Dios Zeus.
De aquellas noches de amor nació el semidios Hércules.
A partir de allí, el termino anfitrión paso a tener el sentido de:
"aquel que recibe gente en su casa".
Por lo tanto, según esta definición, Anfitrión es sinónimo de
*CORNUDO TRANQUILO Y FELÍZ !*
RESUMIENDO:
CUANDO ALGUIEN DIGA QUE USTED ES UN BUEN ANFITRIÓN,... .POR LAS DUDAS....
ESTÉ ATENTO, ELIJA UNA DE ESTAS DEFINICIONES Y POR LAS DUDAS,..... VIGILE A SU PAREJA !!!!!!
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